Ohayo, ohayo. Bueno, mi
nombre es Alice, pero me pueden decir Lice, Lacie, Ali, Al, A, Conejo estúpido
(no, esa no, así me dice mi hermano mayor). Bueno, quiero advertir de primera
instancia que soy nueva en esto de escribir fics. Sa… tengo miedito de lo que
puedan opinar, pero ahí va.
La historia la he estado
pensando desde hace como medio año, se me ocurrió una noche que veía
Kuroshitsuji a las doce de la noche, y vi a Sebastian y dije (Dios mío, derrame
nasal) y luego estamos aquí. Jiji
Otra cosa, la protagonista
del Fic es mujer (obvio) si se preguntan porque, bueno, es porque NO ME CABE LA
MENOR DUDA de que existimos muchas fangirls de Sebby que queremos… bueno, que
lo queremos. Sinceramente, soy fanática de SebxCiel, pero no se me da escribir
yaoi.
Está bien, ya hable
demasiado. Si es que siguen ahí (sigan ahí, ONEGAI), ahora sí (Sonido de
trompetas) ¡Alcen el telón, apaguen sus celulares, cómanse las uñas! Vamos con
el fic.
Disclaimer: los personajes
de Kuroshitsuji no me pertenecen le pertenecen a mi sensei, la mejor mangaka
que este mundo haya conocido, Yana Toboso; solo me pertenece la historia y los
Oc. Aclaraciones al final.
¡DISFRUTEN!
Nota de la autora: se
recomienda escuchar mientras se lee: https://www.youtube.com/watch?v=e9k_nbiyQOE
o-o-o-o-o-o-o
Si
alguien me hubiese preguntado hace dos años, como quería morir, le habría
contestado que de vieja, rodeada de mis nietos –o al caso de mis perros-,
escuchando la música que amaba y leyendo un buen libro. Una partida en paz.
Si
alguien me lo hubiese preguntado hacia dos días, le hubiera dicho que
enseguida, como fuera, si era necesario de la forma más sangrienta posible.
Todo para protegerlo. A él.
Sin
embargo, en este instante no podía pensar en nada más que en su rostro. Se veía
tan tranquilo; sus parpados cerrados tenían el suave color lila del que se
tornaba el cielo al amanecer. Eran tan delgados que parecían hechos de delicado
y fino papel; bajo ellos, sus hermosos ojos revoloteaban con delicadeza.
Parecía que estuviese teniendo el sueño más placentero.
Acaricie
su frente con las yemas de sus dedos y todo su cuerpo se estremeció ante mi
tacto, pero no abrió los ojos.
No
sabía dónde estábamos, pero en realidad no me importaba en lo más mínimo. Tenía
conciencia de que estábamos recostados sobre verde hierba, el viento que mecia
nuestros cabellos olía a menta. ¿Era menta? No lo sabía, era algo dulce, un
tanto empalagoso, pero sumamente agradable.
De
la nada, una ansiedad terrible me embargo. En mi pecho creció un sentimiento
angustiante que oprimía mi corazón sin piedad, era algo gélido y pesado que se
anclo en mi corazón y en mi garganta. Era eso que los humanos llamamos, tristeza.
Deslice
con más ahínco mis manos por su rostro, acariciando sus pálidas mejillas,
apartándole mechones de negro cabellos, sintiendo su aliento en mis palmas
desnudas.
Tampoco
tenía conciencia de si en verdad estaba dormido. Su expresión no delataba ni
alegría ni desasosiego, simplemente paz. Pura y santa paz, como no le había
visto nunca.
En
ciertos momentos, sus labios rosados temblaban vertiginosamente. Quise
preguntarle qué le ocurría, pero mi voz se había quedado estancada.
Su
cabeza estaba apoyada en mi regazo, de forma que tenía una vista completa a su
bellísimo rostro. Solo cuando roce mi nariz con la suya, fu cuando me di cuenta
de que en realidad sus labios no temblaban, sino que se movían al son de una
suave melodía, que entonaba tan bajo que no podía escucharlo.
Su
aliento choco contra el mío y acaricio mis mejillas con tacto tan suave como el
de una pluma.
A
veces, el mundo es cruel y siniestro, pero mirándolo así, tuve la seguridad de
que en él existía más bondad que maldad.
Dulces
lágrimas humedecieron mis mejillas sin que yo pudiese detenerlas, y cayeron
inevitablemente sobre su rostro cremoso. Entonces, sus largas pestañas
revolotearon hasta abrirse y clavo en mi rostro su mirada. De un rojo tan
oscuro que parecía quemado. Rojos, como la sangre.
O-o-o-o-o-o
Cap.
I Ese mayordomo, alas rotas
“En
mi corazón siempre estabas presente
Porque
te amaba y no lo pude confesar por miedo e inseguridad
Estoy
condenado a un mundo sin ti
Incluso
si grito tu voz no está aquí”
- Soundless Voice, Kagamine Len
Tic, tac. Tic, tac. La
negra manecilla del reloj que reposaba sobre la pizarra blanca parecía moverse
a paso infinitamente lento. Era como si disfrutase el hacernos sufrir. Tic,
tac. Su sonido monocromático empezó a desquiciarme, por más que quise prestar
atención a la clase, simplemente no podía. Tic, tac. Sincronice el movimiento
de mi lápiz chocando contra la banca con el movimiento acompasado del reloj.
Los dedos de mi mano izquierda se agitaron inconscientemente, al son de una
melodía que desconocía, pero que extrañamente me sabía de memoria.
Tenía una idea muy precisa
de cómo debía de verme en ese instante: sentada, más bien recargada en la banca
color caoba, con un codo apoyado en la paleta y la mejilla sobre el puño. Seguramente
mi cabello era un desastre. Siempre lo era. Rebelde hasta las raíces, más que
caireles cafés, me asemejaba más a Medusa*, con serpientes vivas en la cabeza.
El uniforme del colegio –que constaba de una falda a cuadros azul índigo,
camisa blanca y saco negro, colores característicos del colegio- lo llevaba
desacomodado, la falda enredada en las piernas y tenía la urgente necesidad de
lanzar el saco por la ventana.
La mirada inquisitiva de
la profesora de Literatura me saco de mi ensoñación. Tal fue la sorpresa, que
termine soltando el lápiz, el cual cayó al suelo con un golpe sordo que retumbo
por el salón en silencio. No me atreví a inclinarme a recogerlo, simplemente me
enfoque en clavar la mirada en el libro, fingir que leía y tratar de evitar que
la sangre se me subiera a las mejillas.
Justo hoy, el clima no
podía ser más horrible. El cielo se había tornado de un color purpureo,
mezclándose con un negro aterrador y amenazando con dejar caer sobre nosotros
un diluvio de dimensiones épicas. Dentro del aula no se sentía ni frio ni
calor, pero yo podía observar por la ventana la bestial danza del viento,
zarandeando los arboles a su capricho, de una forma tan peligrosa que se
doblaban al punto de darme nauseas. Mis ojos se posaron sobre un pobre arbolito
frente al edificio. Era un árbol de cerezo, desnudo de sus rosáceas flores en
esta época del año. Había crecido conmigo durante los años del colegio hasta
alzarse como el árbol más hermoso que yo hubiese visto jamas.
Por un segundo, en medio
del impetuoso vendaval y los remolinos de hojas secas, alcance a divisar una
silueta negra escondida tras el tronco de mi árbol. Parpadee en par de veces,
pero cuando enfoque la vista, la sombra había desparecido. Pudiera haberme
vuelto loca, pero juraría que los contornos de esa cosa, más que sólidos,
asemejaban una cortina de humo negro, que se evapora en el aire cuando se
mueve. Y lo peor de todo, también creía haber distinguido el destello carmesí
de dos ojos que me observaban desde ese punto.
Negué con la cabeza, pase
un mechón de mi cabello detrás la oreja y me enfrente a una batalla interna por
no bostezar en la cara de la profesora. Volví a mirar el reloj ¿En serio solo
había pasado un minuto?
O-o-o-o-o
- Te
ves horrible- aun así no perdió la concentración y prosiguió haciéndose su
trenza dorada. Los enormes ojos esmeraldas que tenía por ojos me miraron con
reproche, recorriéndome de pies a cabeza con expresión irritada. En cuanto hubo
terminado, chasqueo la lengua y me jalo un mechón de cabello
- Lilith
– me queje, apartándole la mano con un gesto suave y poniéndome los auriculares.
Ella dijo algo que no alcance a escuchar, por lo que me limite a mirarla
fijamente. Sus ojos centellaron y, con un ágil movimiento, me arranco las
bocinas de los oídos sin compasión- Oye…
- He
dicho que parecen un zombi ¿Te has visto la cara? ¡Pareces un maldito mapache
con esas ojeras! Tu cabello no necesita un cepillo, ¡necesita un tractor
entero! ¡Y además estas más pálida que un fantasma! ¿Pero qué te ha pasado?
La observe con los
parpados caídos. Lilith era mi mejor amiga desde la primaria. Ella parecía
conocerme mejor que nadie, pero su buen juicio se veía eclipsado con su obsesión
por la moda. Todo el dia se la pasaba revoloteando en tiendas y tiendas o
hablando hasta que se le acabase la saliva sobre ¡DAMAS Y CABALLEROS!: R-O-P-A.
Me molestaba todos los días, se quejaba de mi atuendo, de mi cabello alborotado
y de los círculos violetas que tenía alrededor de los ojos.
No era para menos. Todas
las noches sin excepción, desde hacía poco más de un año, horribles pesadillas
me perseguían. Imágenes de niños siendo torturados, de sangre seca y fresca
salpicada en las paredes y en el suelo sucio; sonidos de gritos tan
desgarradores que al segundo sentía que me explotaba la cabeza. Jamas tenia
conciencia si eran mis propios gritos o los de alguien más. ¡A quien le
importaba! Pero cuando despertaba, me estaba peleando con las sabanas, empapada
en sudor y con molestas lagrimas cayendo de mis ojos. Y gracias a mi
irremediable aversión al maquillaje, dejaba las ojeras en bruto, provocando que
semejasen cardenales alrededor de los ojos. Ojos oscuros y sin vida. Tan
carentes de un color vivo que yo misma los asemejaba con un charco de agua
sucia. Oscuros, insignificantes, olvidadizos. Ojos que rehuían el contacto con
otro par, temerosos siempre. No es que tuviera un trauma o algo parecido,
simplemente era así. Porque en mis pesadillas no solo existían monstruos y
sangre, también vivía en ellos la silueta de un hombre. Una sombra difusa,
siempre de espaldas a mí. Y, en esos instantes, era él el que huía de mí y no
al revés. Era él quien cruzaba una bellísima puerta del mismo color del tronco
del cerezo, el que apagaba las velas del candelabro que sostenía con un solo
soplido, dejando la estancia en tinieblas y a mí, a merced de las bestias que
querían devorarme viva. Era eso lo que más me afectaba y el verdadero motivo
por el cual no podía dormir.
La boca de Lilith seguía
moviéndose, pero aun cuando ya no tenía los audífonos puestos, no escuchaba
ninguna de las palabras que ella pronunciaba. Los parpados se me cerraban
cuando algo fuerte y duro me rodeo la cintura, alzándome en vilo del lugar
donde estaba sentada y dándome vueltas en el aire.
- ¡Elliot!-
manotee como una niña pequeña, removiéndome a mi vez como un gusano cocinándose
en la sartén.
Escuche una risa timbrante
y gruesa, a la que se unió otra más delicada, pero parecida. Cuando el enorme
muchacho se cansó de intentar provocarme un infarto, se dignó a depositarme con
suavidad en mi asiento, dejándome como a un gato al que han metido a la
secadora: con el cabello apelmazado, la piel erizada y las manos en garras,
listas para arañarle la cara su la ocasión lo ameritaba.
Elliot se sentó a mi lado,
entre Lilith y yo, y tomo una manzana de la charola semi-vacía de su hermana.
- Vamos,
no seas así preciosa- me pellizco la mejilla con sus manos blancas y sonrió.
Elliot Bennett. Diecisiete años, un chico
simpático y de facciones alegres. Era alto – 1.95 metros, para ser más exactos-
más bien un condenado gigante, con bucles dorados y los mismos ojuelos verdes
que compartía con su hermana; inteligente, amigable, tierno, valiente, mariscal
de campo del equipo de futbol, adorable…
Ah…
Y gay.
- Dile
que parece un zombi ¡Díselo Elliot!– Lilith se colgó del brazo de su hermano,
haciendo un puchero. Mas a lo lejos, dos muchachas murmuraban entre si y
señalaban a mi amigo. Cuando se dieron cuenta de que yo las observaba, se
ruborizaron y huyeron a toda prisa por el laboratorio.
- Despierta,
Constantinopla- Eliot me arrojo una servilleta, provocando que diera un pequeño
salto. Fuera de la cafetería, el vendaval se había convertido en una tormenta
de niveles bíblicos.
- No
me llames así, Elliot- pique con mi tenedor la ensalada frente a mí. Elliot se cruzó
de brazos y frunció la boca. En esos momentos era idéntico a su adorada
hermanita.
Mire las gotas caer
furiosamente contra el ventanal, dispuestas a romperlo en miles de añicos de un
momento a otro.
Lilith y Elliot siguieron discutiendo
entre sí sobre mi aspecto y mi depresivo estado de ánimo. De pronto, un
chasquido parecido a millones látigos golpeando, desgarro el cielo. Un segundo
después, la luz blanca y violácea cegó mis ojos. El rayo se retorció en el aire
y golpeo con fuerza algo que se encontraba fuera de mi campo de visión. El
sonido fue tan ametrallador, que los cristales temblaron y una casi
imperceptible grieta surco la ventana justo frente a mis ojos.
- ¡¿Qué
demonios ha sido eso?!- Elliot se levantó de su asiento, tomando a Lilith de la
mano y asiéndome con fuerza, practicamente arrastrándome del lugar donde me
había quedado estática.
Estaba segura… no, era
imposible. Seguramente había sido efecto de la luz y el shock, por lo que mi
mente estaba jugándome una mala pasada.
Temblé imperceptiblemente,
dejándome llevar por Elliot por entre los pasillos del colegio, sorteando
alumnos aterrorizados que corrían hacia el lugar del impacto, con tal agilidad
que logro llevarnos a Lilith y a mi intactas hasta el barandal del primer piso
del edificio.
Una columna de humo blanco
-¿blanco?- se elevaba del suelo al cielo, en espirales estrafalarios provocados
por el viento. Con el rayo, la lluvia en vez de menguar, parecía que hubiese
subido de intensidad, sin embargo, el silencio era sepulcral, un homenaje al rey
caído.
Me solté del agarre de
Elliot, quien era ahora el que estaba paralizado, y brinque al pasto sin que
absolutamente nadie me detuviera o se percatara de ello.
La lluvia golpe con rabie
contra mi cuerpo pero yo no sentía ni dolor ni frio. Todos mis sentidos estaban
adormecidos, con excepción de la vista, que no podía apartar del lugar donde
había caído la mortal luz. Me detuve a escasos centímetros de mi amigo, ya
muerto. Quise tocarlo, pero la mano se quedó congelada en pleno movimiento.
El cerezo al que yo tanto había
querido, el preciado árbol que me vio llegar y que ya no podría presenciar mi
desastroso futuro, yacía partido justo a la mitad, abierto en dos perfectas
espirales oscuras, con un cráter carbonizado justo en medio de ellas.
No supe si llorar o
gritar, así que me quede inmovilizada en mi posición, hasta que con el rabillo
del ojo percibí un ligero movimiento. La mano extendida se volteo, de forma que
la palma quedo de cara con la lluvia y el viento. Justo en ella cayeron las dos
bailarinas. Su textura era suave, no parecían afectadas por el agua que
derramaba el cielo. A mis pies, la tierra fresca de mi cerezo resbalaba con
esplendido rigor, formando una alfombra de barro color terracota, asemejando la
sangre que derramaba un cadáver en medio de la lluvia.
El caía en mi cabeza, en
los hombros, deslizándose por mi espalda y empapándome hasta los huesos, pero
no hice caso de nada de eso. Las dos plumas sobre mi mano reposaban con
tranquilidad en mi piel pálida, incitándome a escoger a una de las dos. Una era
blanca como la leche, la otra negra. Negra como la oscuridad.
O-o-o-o-o-o
Aun me temblaban los dedos
cuando abotone el saco azul marino, Lilith me había cambiado a toda velocidad
en cuanto entramos al sanitario para mujeres. Me forro con cuantas capas de
ropa encontró en su casillero. “¿No es una suerte que seamos de la misma
talla?”, había preguntado. “Pero, ¿a quién se le ocurre quedarse parada en
medio de una tormenta como esa?”. No le conteste. En mi cabeza aun flotaba la
imagen de mi árbol muerto, de las dos plumas y del rayo.
No era posible, pero
entonces, ¿de dónde había salido aquellas dos plumas? ¿Coincidencia? Ya no
estaba segura. Quise preguntarle a Lilith, pero calle. Le quería, pero ella no tenía
cabeza para esas cosas.
¿Qué iba a hacer ahora? ¿A
quién preguntarle? Era descabellada la simple idea.
Oye, ¿de casualidad no
viste como si alguien cayera junto con el rayo? Si, eran como dos figuras
humanas, encarnizadas a muerte, que vinieron con el rayo. Estoy segura de que
una era blanca y la otra negra. Ah, por cierto, ambas tenían alas.
¡NO!
Manicomio seguro
Lilith me trenzo el
cabello empapado, silbando. Luego pareció fastidiarse y lo dejo suelto. Genial.
Ahora se esponjaría y parecería yo una mala imitación de un bailarín de los
70´s. caminamos sin decir nada hasta la salida. Por obvias razones –dado que el
“accidente” con el árbol había alterado a muchos alumnos, la directora decidió
suspender las clases de ese dia. Y especifico “accidente” porque no creo que
haya sido eso después de ver lo que vi. Ah, creo que estoy delirando- todos los
alumnos se dirigían a sus casa.
Elliot estaba apoyado en
la puerta principal, jugando con las llaves de su auto. Sonrió al vernos y nos
hizo una caravana para subir. La lluvia se había apaciguado hasta quedar como
una simple brisa, pero el cielo amenazaba con hacer de las suyas de un momento
a otro.
- No-
negué con la cabeza, reafirmando, al tiempo que daba un paso atrás- Iré
caminando.
Dos pares de ojos verdes
me traspasaron con ira.
- Tengo
que comprar varias cosas antes de ir a casa- mentí con facilidad. No era que
quisiese caminar hasta el muelle, pero el hogar de Lilith y Elliot quedaba en
dirección contraria y de pronto había sentido la necesidad de separarme de
ellos. Fuese lo que fuera, la sensación subió reptando por mi columna
vertebral, como una huesuda y gélida mano, hasta apoyarse en mi garganta.
Elliot intento reprochar,
pero volví a negarme, le di un beso en
la mejilla y casi Sali corriendo por las calles húmedas.
La mano invisible seguía
ahí, acariciando la base de mi cuello con lentitud. Intente convencerme a mí
misma que eran síntomas de gripe y me visualice convaleciente en mi cama, con
permiso de dormir todo el dia. Pensaba en eso cuando los sentí. Eran pasos, sin
lugar a duda. Pasos pesados y lentos, pero constantes. Gire un poco el rostro,
pero no alcance a vislumbrar nada. Apreté al aso hasta llegar al punto de casi
correr. Derrape en la esquina y me pare frente a un portón de azaleas a
recobrar el aliento. Los pasos habían desparecido.
Apenas me incorpore, sentí
el aire ser agitado por algo que caía con rapidez. Luego escuche un golpe
sordo, como un bat contra una pelota de beisbol. Después, todo se volvió
escuro.
O-o-o-o-o-o-o
Intente darme calor con
mis manos heladas, pero fue igual que tirarme al agua congelada. El piso estaba
recubierto de tierra y paja mohosa. Alguien me había arrancado la ropa hasta
dejarme únicamente con el corto vestido blanco de Lilith. Lilith. Gracias a
Dios los había mandado a casa. ¿Cuánto había pasado? Un dia, un mes, una hora.
No tenía conciencia de la hora, ni la fecha, ni el tiempo transcurrido.
Había despertado en medio
de la penumbra, rodeada de tres paredes de concreto y una reja de metal oxidado
y húmedo. No lograba ver más allá, pero escuchaba gemidos, sollozos apagados y
gritos ahogados.
Cerré los ojos un segundo
y luego los abrí de inmediato, retrocediendo hasta chocar con la fría
superficie de la pared.
Frente a mí, de entre las
sombras, algo se movía. Tan suave que parecía un susurro, la sombra adquirió
sustancia hasta formar el contorno de una figura. La figura de un ser delgado.
De su cuerpo hecho de tinieblas, solo alcance a distinguir dos destellos
rojizos. El ser emitió una risa gutural, parecida al ronroneo de un gato.
- Pero
que tenemos aquí- su voz sonaba distorsionada, seca, fría- Una pobre alma. Te
han mancillado, humillado y herido.
- ¿Quién
eres tú?- le interrumpí. Me trague el miedo y logre que mi voz saliera sin
temblar, tan fría como la suya- O debería preguntar ¿Qué eres?
Aquella “cosa” rio de
nuevo, burlándose.
- Los
humanos. Siempre tan inocentes- no hizo ademan de acercarse, pero lo oí
removerse en la penumbra- Y tan estúpidos.
Entrecerré los ojos,
chasqueando la lengua.
- No
estoy acostumbrada a que insulten a mi especie- dije con sarcasmo- ¿Qué es lo
que quieres?
El ser pareció inquieto,
pero se repuso al instante, siseando levemente
- Tú
me has llamado…-
- No
es cierto- lo volví a interrumpir. Era obvio que lo estaba haciendo perder la
paciencia. Pero no sentía miedo, es más, tenía una sensación muy interesante en
la punta de los pies. Como un cosquilleo que me hacía hablar a borbotones
impulsivos.- Yo no te he llamado en ningún momento.
La sombra perdió el
control por un momento. De su garganta emitió un sonido gutural y amenazador.
- ¿Me
estas gruñendo, gatito?- me carcajee en su cara. Estaba jugando con fuego. Más
bien, me había pesto a bailar dentro de él.
Sus ojos se encendieron,
volviéndose afilados y violetas. Pero siguió quieto.
- ¿Qué
acaso no has perdido la fe? Van a asesinarte. Nadie va a impedir que tu sangre
sea derramada, ¿Qué parte no entiendes?- oh, ahora utilizando mi destino contra
mí. Que interesante. En demasía. Ahora podía distinguir la sensación que corría
por mis venas y que provocaba que me sudaran las palmas de las manos. Era
adrenalina pura. ¿Por qué de pronto era tan valiente?
- Mi
vida no vale mi alma- lo dije sin pensar, pero en cuanto lo hube hecho supe que
había dado en el clavo. Sus pupilas se contrajeron y sus ojos adquirieron más
intensidad. El aura que emanaba hacía temblar la celda.
- Podría
matarte- siseo, dejando entrever dos afilados colmillos- Pero no. Voy a dejar
que ellos te torturen hasta que
supliques porque te salve.
Me encogí de hombros y la
cosa se frustro aún más.
- Yo
no deseo tus servicios, demonio.
O-o-o-o-o-o-o-o
Parecía una carroza de
circo. De esas donde llevaban a los animales, exhibiéndolos ante todos. Presos
y condenados.
Los niños no debían tener más
de ocho años, y se pegaban a mí como si fuera su única salvación. Pero ni
siquiera sabía dónde estaba la mía. La sala donde nos habían llevado estaba
casi a oscuras, salvo por varias velas que rodeaban una mesa de piedra negra.
Sentí miedo. Y no por mí.
A nuestro alrededor había
gradas, formando un circulo perfecto. Estaban repletas de hombres y mujeres
vestidos de negro, sus rostros escondidos tras mascaras entintadas.
El centro de la sala se
ilumino y dejo ver a un hombre sonriente. Sus labios se movían alegremente, abría
los brazos y reía, pero yo no podía escucharlo, un zumbido terrible me
embargaba los oídos. Se asemejaba a un presentador, a un presentador que vende
sus productos al mejor postor. Eso éramos nosotros, productos. Habíamos dejado
de ser seres humanos -¡NIÑOS! Por el amor de Dios-, a ser cosas sin vida que
pueden tomarse y tirarse a la basura sin siquiera lanzarles una última mirada
de compasión. La cabeza me daba vueltas, dos ojos rojos me perseguían, aunque
luchaba contra ellos de formas inimaginables. La escena se disolvió, se volvió difusa
y luego regreso con claridad impactante. Estaba dentro de mi pesadilla, estaba
ahí de nuevo, encerrada en una jaula de acero y lágrimas, esperando por mi fin.
Pero esto era diferente, esta no era una ilusión, esto era verdadero. No despertaría
de un momento a otro en la oscuridad de mi alcoba, no secaría mi frente y me
prepararía para el colegio, resignada a escuchar las insistentes criticas de Lilith.
El demonio tenía razón, nadie iba a venir a salvarme. Esta vez, la pesadilla
era real.
Reaccione cuando sentí que
la apartaban de mí. Cabello rubio, casi blanco. Tenía unos seis años y dos
hombres la arrastraban del cuello. La subieron con gran facilidad a la mesa de
piedra, riendo sin parar.
Choque contra los barrotes
con tal ímpetu que sali despedida atrás. Suplique, llore, les grite,
seguramente los insulte de formas terribles, pero ellos ni siquiera me miraron.
Todos los ojos estaban centrados en la mesa, ardían en deseo, un deseo sangriento
y repulsivo. Clave mi mirada en los ojos dorados de la niña; la vi derramar una
solitaria lágrimas, apretar sus delgados labios antes de que el hombre alzara
algo que brillo con la luz de las velas.
Rojo.
Las paredes, el suelo, la
mesa, los hombres, el cuerpecito de la niña. Rojo. Rojo, como el licoriz que
arde sobre la tierra*. Rojo.
Recuerdo haber gritado, me
desgarre la garganta, luche como salvaje. Uno a uno los fueron apartando de mí.
Y nadie hacia nada. Las personas sentadas ovacionaban, se excitaban con las
goas rojas. Lloraban de alegría. Y yo solo sentía asco. Y miedo, un miedo atroz
que me carcomía las entrañas y despedazaba mi corazón, haciendo brotar mi dolor
en más alaridos desesperados.
No recuerdo cuando
acabaron, pero de repente ya me tenían a mí fuera de la jaula. Seguro me debatí,
le rasguñe el rostro a alguien, lo sé porque sentí mis uñas esgarrándole la
piel marchita.
Me arrojaron contra la
mesa con tal fuerza que mi cabeza golpeo el granito y comenzó a manar sangre.
Ellos rieron, todos aplaudieron, pedían más. Dentro del festín de buitres, yo
era el manjar principal. El gran final de espectáculo que tendría un fin
memorable.
Lo tendría.
Intente resignarme, sin
dejar de luchar, comencé a orar. Pero algo me detuvo, una boca pegajosa y
repugnante que paseo su lengua por mi cuello y susurro en mi oído.
- Después
de que te asesinemos, mataremos a todos a quienes amas: tu madre, su nuevo
esposo, a tus estúpidos amiguitos del colegio, a todos. Su sangre se derramara
por esta mesa, se mezclara con la tuya y será un festín para los poderosos. ¿Me
entendiste? Phantomhive.
Abrí los ojos. Luche con
ira, con rabia. Mi cabeza repetía los nombres de mis seres queridos: mi madre,
su esposo Gabriel, Lilith, Elliot…todos, todos muertos por mi culpa. Solo por
mi culpa.
Afilaron la hoja, escuche
el metal chocar contra en granito. Seguí gritando, lanzando mil injurias, pero
mi cabeza trabajaba a toda velocidad.
No
lo permitas, no lo permitas. Nadie vendrá a rescatarte, nadie, nadie, nadie.
Esta sola y ellos los mataran, a todos, a todos, a todos. No lo permitas. Mi
vida no vale mi alma. No lo permitas, no lo permitas, sálvalos, sálvalos,
nadie, nadie, nadie, sálvalos, SALVALOS.
“Perdóname, Dios”
- ¡HARE
UN CONTRATO CONTIGO!
…
Las velas se apagaron. El
sonido de zapatos traqueteando contra el suelo fue traspasado por el ronroneo
del demonio.
- ¿Estas
segura?- se regocijaba de su triunfo y me lo escupía en la cara- Una vez hecho
el contrato ya no hay vuelta atrás.
- ¡¿Es
eso lo que quieres no?!- grite. El mundo parecía haberse detenido. Los hombres
no se movían, miraban con asombro, admiración… y pavor al demonio- ¡MI ALMA!
Su risa se acentuó y subió
como campanas hasta el techo de la sala.
- ¿Y
cuál es su deseo, my Lady?
Había ganado. “Maldito
seas, mil veces maldito”. Apreté los ojos. “No permitiré que les hagan daño, así
tenga que vender mi alma”
- ¡Quiero
descubrir quiénes y porque me hicieron esto y…!- no lo dude, pero rechine los
dientes- ¡Quiero la completa protección de aquellos a quienes amo! ¡quiero que
sus vidas estén a salvo!
El demonio se detuvo a
tres metros de mi posición. Alcance a ver su pálida lengua deslizarse por sus
colmillos.
- Oh,
no daría su alma por su vida ¿pero si por los que ama? Eso es muy interesante,
señorita.
- ¡¿Vas
a cumplir mi deseo o llamo a alguien ma…- su mano con garras negras como el alquitrán
choco contra mi ojos derecho tan fuerte que bien me pudo haber arrancado la
cabeza. Pero lo que vino fue peor. Era un dolor terrible, ardía desde lo más
profundo de mí ser, quemaba mi estómago, mi garganta, toda la piel la sentía
chamuscarse bajo ese fuego infernal.
Si acabo, no lo recuerdo
bien. El dolor me hizo caer de frente, la cabeza de daba vueltas a un ritmo
vertiginoso y el ojo me lloraba de algo más viscoso que las lágrimas.**
El endemoniado ser cubrió
con sus garras mis dos ojos y sujeto mi cintura con fuerza.
- Le
ruego, que por favor, no mire.
Apreté los dientes y cerré
los ojos con fuerza. Pero no podía cubrirme los oídos, así que sus gritos
ascendieron hasta chocar con mi cabeza. Una y otra vez.
O-o-o-o-o-o-o-o
El cielo comenzaba a
aclarar. Era un campo, un campo que desbordaba vida con florecillas de vivos
colores. Las mire con cierta indiferencia, pero mis pies descalzos tuvieron
cuidado de no pisarlas.
Gire el rostro y ahí
estaba. No sé qué creí. Que tal vez se quedaría como una sombra bestial y
sedienta de sangre. La figura frente a mí no tenía nada que ver con eso:
Alto, fue mi primer
pensamiento, me saca al menos una cabeza o más. Su piel era pálida, pero no
translucida, sino cremosa; los cabellos desordenados tan elegantemente que de
no haber estado mareada, me hubiera dado gracia. Me quede observando su rostro un buen rato, la cara afilada pero
masculina, pómulos altos y pálidos, nariz afilada, labios delgados que se
curvaban en una amable sonrisa. Pero lo más sorprendente eran sus ojos. Rojos,
pero no como dentro de la sala, eran de un tono más oscuro, más cercano al
color del vino.
- ¿Cómo
se siente, joven ama?- su voz correspondía
con sus ojos. Las palabras eran respetuosas y las pronunciaba despacio,
articulándolas con cierta sensualidad, pero el tono dejaba entrever cierta
arrogancia.***
- No
me llames joven ama- fue lo único que alcance a articular. El llevaba puesta una
camisa negra, que combinaba con sus cabellos y con su pantalón. Sonrió con los
ojos cerrados.
- Entonces,
señorita ¿Qué desea hacer ahora?
Mire a mí alrededor. Es
sol estaba despuntando. Su color me recordó a los ojos de Gabriel. También eran
dorados.
- Al
hospital- susurre. Intente aclárame la garganta y repetí con más firmeza- Al
hospital, tengo que asegurarme que mi familia este bien.
El demonio dio un
asentimiento, sin dejar de sonreír. Se dio la vuelta y comenzó a andar. Logre
alcanzarlo y lo sujete de la manga de su camisa. Volteo el rostro y me miro.
- ¿Cuál
es tu nombre, demonio?- dije con molestia. Llamarlo “demonio” era aterrador en
cierta manera. Pero, sobre todo, era irritante.
- Cualquiera
que usted desee darme- gruñí por lo bajo y lo solté. El sol estaba saliendo
justo en ese momento.
- ¿Qué
no tienes voluntad propia? Además, no soy buena con los nombres.- rememore el
nombre de mis tres primeros perros. “Kitty 1”, “Kitty 2” y ¡Ta, tan! “Kitty 3”.
Que original.- Ponte el nombre que más te guste.
- En
ese caso.- se volteo completamente y me hizo una reverencia.- Mi nombre es
Sebastian, Sebastian Michaelis. Un placer.
El sol arrancaba destellos
dorados de sus ojos carmesís. Me ruborice un poco, pero lo maquille bien tras
un gesto de asentimiento. Se nombre removió algo en el fondo de mi estómago.
- Y,
si no le molesta la pregunta- prosiguió Sebastian con mirada inocente- ¿Cuál es
el nombre de mi señorita?
Lo pensé un segundo son
apartar la vista de sus ojos. Eran preciosos.
- Mi
nombre…es Ziel.
O-o-o-o-o-o-o
TADA! Hasta aquí el primer
capítulo, me ha costado sangre, sudor y lágrimas hacerlo (sangre porque me
pique el dedo, sudor porque aquí hace MUCHO calor y lágrimas porque volví a ver
la temporada y me hizo llorar, de nuevo).
Espero que les haya
gustado, en lo personal ame la parte del gato. Pensé en dividirlo en dos partes
pero dije: “No, mejor todo” y es que, aunque este capítulo es un poquito largo,
es esencial en aspectos que seguro no tomaran en cuanta, pero créanme, son
IMPORTANTES.
Ok, aclaraciones:
Número uno, la historia se
ubica en Londres contemporáneo de nuestro año, para que no se hagan bolas.
Numero dos: acerca del
pedazo de canción inicial, no pretendo hacer ninguna clase de plagio o un Song
fic (como se diga) es solo que la frasecita iba con el capítulo. Colocare más
en cada capítulo, con sus respectivos derechos de autor.
* “Rojo como el licoriz
que arde sobre la tierra”, esta frase se la dice Vincet Phantomhive a Ángela
Durless en la temporada uno de Kuroshitsuji.
** Por ese algo “más
viscoso que las lágrimas”, Ziel se refería a que lloraba sangre de su ojo
derecho
*** “Su voz correspondía
con sus ojos. Las palabras eran respetuosas y las pronunciaba despacio,
articulándolas con cierta sensualidad, pero el tono dejaba entrever cierta
arrogancia”. Parte de este frase está basada en un dialogo de “La ciudad y los
perros” del autor Mario Vargas Llosa. REAFIRMO. Estoy en contra del plagio,
coloque la idea porque le venía como anillo al dedo Sebastian. Todos los derechos de esta frase
están reservados a su correspondiente autor.
Número tres: “Ziel” es el
nombre de nuestra querida protagonista. En holandés, su significado es “alma”.
(Además de que creo que es un nombre precioso). Es por eso que, en cierta
parte, no está directamente relacionada con el nombre de Ciel Phantomhive.
Número cuatro: varios de
los personajes OC que entren en el fic están basados en personas reales, varios
de mis amigos y familiares.
Número cinco: quería hacer
la parte del ritual más gore, pero no me salió (tomatazos) pero soy nueva en
esto ténganme paciencia, ya saldrá.
ESPERO QUE LES HAYA
GUSTADO, ya me explaye mucho en mis aclaraciones GOMENE. Realmente e costo,
luego sufrí un trauma horrible (justo en la parte del contrato, una araña
comenzó a comerse a una mosca sobre mi cabezota. Irremediablemente pensé en
Claude. Vale para un trauma)
Y sin más por decir, ME
VOY. Tratare de actualizar lo más rápido posible.
ARIGATO POR LEER.
P.D. abajo hay un
botoncito que me haría muy feliz.
Alice fuera