domingo, 12 de mayo de 2013

Noble Soul


Ohayo, ohayo. Bueno, mi nombre es Alice, pero me pueden decir Lice, Lacie, Ali, Al, A, Conejo estúpido (no, esa no, así me dice mi hermano mayor). Bueno, quiero advertir de primera instancia que soy nueva en esto de escribir fics. Sa… tengo miedito de lo que puedan opinar, pero ahí va.
La historia la he estado pensando desde hace como medio año, se me ocurrió una noche que veía Kuroshitsuji a las doce de la noche, y vi a Sebastian y dije (Dios mío, derrame nasal) y luego estamos aquí. Jiji
Otra cosa, la protagonista del Fic es mujer (obvio) si se preguntan porque, bueno, es porque NO ME CABE LA MENOR DUDA de que existimos muchas fangirls de Sebby que queremos… bueno, que lo queremos. Sinceramente, soy fanática de SebxCiel, pero no se me da escribir yaoi.
Está bien, ya hable demasiado. Si es que siguen ahí (sigan ahí, ONEGAI), ahora sí (Sonido de trompetas) ¡Alcen el telón, apaguen sus celulares, cómanse las uñas! Vamos con el fic.
Disclaimer: los personajes de Kuroshitsuji no me pertenecen le pertenecen a mi sensei, la mejor mangaka que este mundo haya conocido, Yana Toboso; solo me pertenece la historia y los Oc. Aclaraciones al final.
¡DISFRUTEN!
Nota de la autora: se recomienda escuchar mientras se lee: https://www.youtube.com/watch?v=e9k_nbiyQOE
o-o-o-o-o-o-o
Si alguien me hubiese preguntado hace dos años, como quería morir, le habría contestado que de vieja, rodeada de mis nietos –o al caso de mis perros-, escuchando la música que amaba y leyendo un buen libro. Una partida en paz.
Si alguien me lo hubiese preguntado hacia dos días, le hubiera dicho que enseguida, como fuera, si era necesario de la forma más sangrienta posible. Todo para protegerlo. A él.
Sin embargo, en este instante no podía pensar en nada más que en su rostro. Se veía tan tranquilo; sus parpados cerrados tenían el suave color lila del que se tornaba el cielo al amanecer. Eran tan delgados que parecían hechos de delicado y fino papel; bajo ellos, sus hermosos ojos revoloteaban con delicadeza. Parecía que estuviese teniendo el sueño más placentero.
Acaricie su frente con las yemas de sus dedos y todo su cuerpo se estremeció ante mi tacto, pero no abrió los ojos.
No sabía dónde estábamos, pero en realidad no me importaba en lo más mínimo. Tenía conciencia de que estábamos recostados sobre verde hierba, el viento que mecia nuestros cabellos olía a menta. ¿Era menta? No lo sabía, era algo dulce, un tanto empalagoso, pero sumamente agradable.
De la nada, una ansiedad terrible me embargo. En mi pecho creció un sentimiento angustiante que oprimía mi corazón sin piedad, era algo gélido y pesado que se anclo en mi corazón y en mi garganta. Era eso que los humanos llamamos, tristeza.
Deslice con más ahínco mis manos por su rostro, acariciando sus pálidas mejillas, apartándole mechones de negro cabellos, sintiendo su aliento en mis palmas desnudas.
Tampoco tenía conciencia de si en verdad estaba dormido. Su expresión no delataba ni alegría ni desasosiego, simplemente paz. Pura y santa paz, como no le había visto nunca.
En ciertos momentos, sus labios rosados temblaban vertiginosamente. Quise preguntarle qué le ocurría, pero mi voz se había quedado estancada.
Su cabeza estaba apoyada en mi regazo, de forma que tenía una vista completa a su bellísimo rostro. Solo cuando roce mi nariz con la suya, fu cuando me di cuenta de que en realidad sus labios no temblaban, sino que se movían al son de una suave melodía, que entonaba tan bajo que no podía escucharlo.
Su aliento choco contra el mío y acaricio mis mejillas con tacto tan suave como el de una pluma.
A veces, el mundo es cruel y siniestro, pero mirándolo así, tuve la seguridad de que en él existía más bondad que maldad.
Dulces lágrimas humedecieron mis mejillas sin que yo pudiese detenerlas, y cayeron inevitablemente sobre su rostro cremoso. Entonces, sus largas pestañas revolotearon hasta abrirse y clavo en mi rostro su mirada. De un rojo tan oscuro que parecía quemado. Rojos, como la sangre.
O-o-o-o-o-o
Cap. I Ese mayordomo, alas rotas
“En mi corazón siempre estabas presente
Porque te amaba y no lo pude confesar por miedo e inseguridad
Estoy condenado a un mundo sin ti
Incluso si grito tu voz no está aquí”
-      Soundless Voice, Kagamine Len

Tic, tac. Tic, tac. La negra manecilla del reloj que reposaba sobre la pizarra blanca parecía moverse a paso infinitamente lento. Era como si disfrutase el hacernos sufrir. Tic, tac. Su sonido monocromático empezó a desquiciarme, por más que quise prestar atención a la clase, simplemente no podía. Tic, tac. Sincronice el movimiento de mi lápiz chocando contra la banca con el movimiento acompasado del reloj. Los dedos de mi mano izquierda se agitaron inconscientemente, al son de una melodía que desconocía, pero que extrañamente me sabía de memoria.

Tenía una idea muy precisa de cómo debía de verme en ese instante: sentada, más bien recargada en la banca color caoba, con un codo apoyado en la paleta y la mejilla sobre el puño. Seguramente mi cabello era un desastre. Siempre lo era. Rebelde hasta las raíces, más que caireles cafés, me asemejaba más a Medusa*, con serpientes vivas en la cabeza. El uniforme del colegio –que constaba de una falda a cuadros azul índigo, camisa blanca y saco negro, colores característicos del colegio- lo llevaba desacomodado, la falda enredada en las piernas y tenía la urgente necesidad de lanzar el saco por la ventana.
La mirada inquisitiva de la profesora de Literatura me saco de mi ensoñación. Tal fue la sorpresa, que termine soltando el lápiz, el cual cayó al suelo con un golpe sordo que retumbo por el salón en silencio. No me atreví a inclinarme a recogerlo, simplemente me enfoque en clavar la mirada en el libro, fingir que leía y tratar de evitar que la sangre se me subiera a las mejillas.
Justo hoy, el clima no podía ser más horrible. El cielo se había tornado de un color purpureo, mezclándose con un negro aterrador y amenazando con dejar caer sobre nosotros un diluvio de dimensiones épicas. Dentro del aula no se sentía ni frio ni calor, pero yo podía observar por la ventana la bestial danza del viento, zarandeando los arboles a su capricho, de una forma tan peligrosa que se doblaban al punto de darme nauseas. Mis ojos se posaron sobre un pobre arbolito frente al edificio. Era un árbol de cerezo, desnudo de sus rosáceas flores en esta época del año. Había crecido conmigo durante los años del colegio hasta alzarse como el árbol más hermoso que yo hubiese visto jamas.
Por un segundo, en medio del impetuoso vendaval y los remolinos de hojas secas, alcance a divisar una silueta negra escondida tras el tronco de mi árbol. Parpadee en par de veces, pero cuando enfoque la vista, la sombra había desparecido. Pudiera haberme vuelto loca, pero juraría que los contornos de esa cosa, más que sólidos, asemejaban una cortina de humo negro, que se evapora en el aire cuando se mueve. Y lo peor de todo, también creía haber distinguido el destello carmesí de dos ojos que me observaban desde ese punto.
Negué con la cabeza, pase un mechón de mi cabello detrás la oreja y me enfrente a una batalla interna por no bostezar en la cara de la profesora. Volví a mirar el reloj ¿En serio solo había pasado un minuto?
O-o-o-o-o
-      Te ves horrible- aun así no perdió la concentración y prosiguió haciéndose su trenza dorada. Los enormes ojos esmeraldas que tenía por ojos me miraron con reproche, recorriéndome de pies a cabeza con expresión irritada. En cuanto hubo terminado, chasqueo la lengua y me jalo un mechón de cabello
-      Lilith – me queje, apartándole la mano con un gesto suave y poniéndome los auriculares. Ella dijo algo que no alcance a escuchar, por lo que me limite a mirarla fijamente. Sus ojos centellaron y, con un ágil movimiento, me arranco las bocinas de los oídos sin compasión- Oye…
-      He dicho que parecen un zombi ¿Te has visto la cara? ¡Pareces un maldito mapache con esas ojeras! Tu cabello no necesita un cepillo, ¡necesita un tractor entero! ¡Y además estas más pálida que un fantasma! ¿Pero qué te ha pasado?
La observe con los parpados caídos. Lilith era mi mejor amiga desde la primaria. Ella parecía conocerme mejor que nadie, pero su buen juicio se veía eclipsado con su obsesión por la moda. Todo el dia se la pasaba revoloteando en tiendas y tiendas o hablando hasta que se le acabase la saliva sobre ¡DAMAS Y CABALLEROS!: R-O-P-A. Me molestaba todos los días, se quejaba de mi atuendo, de mi cabello alborotado y de los círculos violetas que tenía alrededor de los ojos.
No era para menos. Todas las noches sin excepción, desde hacía poco más de un año, horribles pesadillas me perseguían. Imágenes de niños siendo torturados, de sangre seca y fresca salpicada en las paredes y en el suelo sucio; sonidos de gritos tan desgarradores que al segundo sentía que me explotaba la cabeza. Jamas tenia conciencia si eran mis propios gritos o los de alguien más. ¡A quien le importaba! Pero cuando despertaba, me estaba peleando con las sabanas, empapada en sudor y con molestas lagrimas cayendo de mis ojos. Y gracias a mi irremediable aversión al maquillaje, dejaba las ojeras en bruto, provocando que semejasen cardenales alrededor de los ojos. Ojos oscuros y sin vida. Tan carentes de un color vivo que yo misma los asemejaba con un charco de agua sucia. Oscuros, insignificantes, olvidadizos. Ojos que rehuían el contacto con otro par, temerosos siempre. No es que tuviera un trauma o algo parecido, simplemente era así. Porque en mis pesadillas no solo existían monstruos y sangre, también vivía en ellos la silueta de un hombre. Una sombra difusa, siempre de espaldas a mí. Y, en esos instantes, era él el que huía de mí y no al revés. Era él quien cruzaba una bellísima puerta del mismo color del tronco del cerezo, el que apagaba las velas del candelabro que sostenía con un solo soplido, dejando la estancia en tinieblas y a mí, a merced de las bestias que querían devorarme viva. Era eso lo que más me afectaba y el verdadero motivo por el cual no podía dormir.
La boca de Lilith seguía moviéndose, pero aun cuando ya no tenía los audífonos puestos, no escuchaba ninguna de las palabras que ella pronunciaba. Los parpados se me cerraban cuando algo fuerte y duro me rodeo la cintura, alzándome en vilo del lugar donde estaba sentada y dándome vueltas en el aire.
-      ¡Elliot!- manotee como una niña pequeña, removiéndome a mi vez como un gusano cocinándose en la sartén.
Escuche una risa timbrante y gruesa, a la que se unió otra más delicada, pero parecida. Cuando el enorme muchacho se cansó de intentar provocarme un infarto, se dignó a depositarme con suavidad en mi asiento, dejándome como a un gato al que han metido a la secadora: con el cabello apelmazado, la piel erizada y las manos en garras, listas para arañarle la cara su la ocasión lo ameritaba.
Elliot se sentó a mi lado, entre Lilith y yo, y tomo una manzana de la charola semi-vacía de su hermana.
-      Vamos, no seas así preciosa- me pellizco la mejilla con sus manos blancas y sonrió.
 Elliot Bennett. Diecisiete años, un chico simpático y de facciones alegres. Era alto – 1.95 metros, para ser más exactos- más bien un condenado gigante, con bucles dorados y los mismos ojuelos verdes que compartía con su hermana; inteligente, amigable, tierno, valiente, mariscal de campo del equipo de futbol, adorable…
Ah…
Y gay.
-      Dile que parece un zombi ¡Díselo Elliot!– Lilith se colgó del brazo de su hermano, haciendo un puchero. Mas a lo lejos, dos muchachas murmuraban entre si y señalaban a mi amigo. Cuando se dieron cuenta de que yo las observaba, se ruborizaron y huyeron a toda prisa por el laboratorio.
-      Despierta, Constantinopla- Eliot me arrojo una servilleta, provocando que diera un pequeño salto. Fuera de la cafetería, el vendaval se había convertido en una tormenta de niveles bíblicos.
-      No me llames así, Elliot- pique con mi tenedor la ensalada frente a mí. Elliot se cruzó de brazos y frunció la boca. En esos momentos era idéntico a su adorada hermanita.
Mire las gotas caer furiosamente contra el ventanal, dispuestas a romperlo en miles de añicos de un momento a otro.
Lilith y Elliot siguieron discutiendo entre sí sobre mi aspecto y mi depresivo estado de ánimo. De pronto, un chasquido parecido a millones látigos golpeando, desgarro el cielo. Un segundo después, la luz blanca y violácea cegó mis ojos. El rayo se retorció en el aire y golpeo con fuerza algo que se encontraba fuera de mi campo de visión. El sonido fue tan ametrallador, que los cristales temblaron y una casi imperceptible grieta surco la ventana justo frente a mis ojos.
-      ¡¿Qué demonios ha sido eso?!- Elliot se levantó de su asiento, tomando a Lilith de la mano y asiéndome con fuerza, practicamente arrastrándome del lugar donde me había quedado estática.
Estaba segura… no, era imposible. Seguramente había sido efecto de la luz y el shock, por lo que mi mente estaba jugándome una mala pasada.
Temblé imperceptiblemente, dejándome llevar por Elliot por entre los pasillos del colegio, sorteando alumnos aterrorizados que corrían hacia el lugar del impacto, con tal agilidad que logro llevarnos a Lilith y a mi intactas hasta el barandal del primer piso del edificio.
Una columna de humo blanco -¿blanco?- se elevaba del suelo al cielo, en espirales estrafalarios provocados por el viento. Con el rayo, la lluvia en vez de menguar, parecía que hubiese subido de intensidad, sin embargo, el silencio era sepulcral, un homenaje al rey caído.
Me solté del agarre de Elliot, quien era ahora el que estaba paralizado, y brinque al pasto sin que absolutamente nadie me detuviera o se percatara de ello.
La lluvia golpe con rabie contra mi cuerpo pero yo no sentía ni dolor ni frio. Todos mis sentidos estaban adormecidos, con excepción de la vista, que no podía apartar del lugar donde había caído la mortal luz. Me detuve a escasos centímetros de mi amigo, ya muerto. Quise tocarlo, pero la mano se quedó congelada en pleno movimiento.
El cerezo al que yo tanto había querido, el preciado árbol que me vio llegar y que ya no podría presenciar mi desastroso futuro, yacía partido justo a la mitad, abierto en dos perfectas espirales oscuras, con un cráter carbonizado justo en medio de ellas.
No supe si llorar o gritar, así que me quede inmovilizada en mi posición, hasta que con el rabillo del ojo percibí un ligero movimiento. La mano extendida se volteo, de forma que la palma quedo de cara con la lluvia y el viento. Justo en ella cayeron las dos bailarinas. Su textura era suave, no parecían afectadas por el agua que derramaba el cielo. A mis pies, la tierra fresca de mi cerezo resbalaba con esplendido rigor, formando una alfombra de barro color terracota, asemejando la sangre que derramaba un cadáver en medio de la lluvia.
El caía en mi cabeza, en los hombros, deslizándose por mi espalda y empapándome hasta los huesos, pero no hice caso de nada de eso. Las dos plumas sobre mi mano reposaban con tranquilidad en mi piel pálida, incitándome a escoger a una de las dos. Una era blanca como la leche, la otra negra. Negra como la oscuridad.
O-o-o-o-o-o
Aun me temblaban los dedos cuando abotone el saco azul marino, Lilith me había cambiado a toda velocidad en cuanto entramos al sanitario para mujeres. Me forro con cuantas capas de ropa encontró en su casillero. “¿No es una suerte que seamos de la misma talla?”, había preguntado. “Pero, ¿a quién se le ocurre quedarse parada en medio de una tormenta como esa?”. No le conteste. En mi cabeza aun flotaba la imagen de mi árbol muerto, de las dos plumas y del rayo.
No era posible, pero entonces, ¿de dónde había salido aquellas dos plumas? ¿Coincidencia? Ya no estaba segura. Quise preguntarle a Lilith, pero calle. Le quería, pero ella no tenía cabeza para esas cosas.
¿Qué iba a hacer ahora? ¿A quién preguntarle? Era descabellada la simple idea.
Oye, ¿de casualidad no viste como si alguien cayera junto con el rayo? Si, eran como dos figuras humanas, encarnizadas a muerte, que vinieron con el rayo. Estoy segura de que una era blanca y la otra negra. Ah, por cierto, ambas tenían alas.
¡NO!
Manicomio seguro
Lilith me trenzo el cabello empapado, silbando. Luego pareció fastidiarse y lo dejo suelto. Genial. Ahora se esponjaría y parecería yo una mala imitación de un bailarín de los 70´s. caminamos sin decir nada hasta la salida. Por obvias razones –dado que el “accidente” con el árbol había alterado a muchos alumnos, la directora decidió suspender las clases de ese dia. Y especifico “accidente” porque no creo que haya sido eso después de ver lo que vi. Ah, creo que estoy delirando- todos los alumnos se dirigían a sus casa.
Elliot estaba apoyado en la puerta principal, jugando con las llaves de su auto. Sonrió al vernos y nos hizo una caravana para subir. La lluvia se había apaciguado hasta quedar como una simple brisa, pero el cielo amenazaba con hacer de las suyas de un momento a otro.
-      No- negué con la cabeza, reafirmando, al tiempo que daba un paso atrás- Iré caminando.
Dos pares de ojos verdes me traspasaron con ira.
-      Tengo que comprar varias cosas antes de ir a casa- mentí con facilidad. No era que quisiese caminar hasta el muelle, pero el hogar de Lilith y Elliot quedaba en dirección contraria y de pronto había sentido la necesidad de separarme de ellos. Fuese lo que fuera, la sensación subió reptando por mi columna vertebral, como una huesuda y gélida mano, hasta apoyarse en mi garganta.
Elliot intento reprochar, pero volví a  negarme, le di un beso en la mejilla y casi Sali corriendo por las calles húmedas.
La mano invisible seguía ahí, acariciando la base de mi cuello con lentitud. Intente convencerme a mí misma que eran síntomas de gripe y me visualice convaleciente en mi cama, con permiso de dormir todo el dia. Pensaba en eso cuando los sentí. Eran pasos, sin lugar a duda. Pasos pesados y lentos, pero constantes. Gire un poco el rostro, pero no alcance a vislumbrar nada. Apreté al aso hasta llegar al punto de casi correr. Derrape en la esquina y me pare frente a un portón de azaleas a recobrar el aliento. Los pasos habían desparecido.
Apenas me incorpore, sentí el aire ser agitado por algo que caía con rapidez. Luego escuche un golpe sordo, como un bat contra una pelota de beisbol. Después, todo se volvió escuro.
O-o-o-o-o-o-o
Intente darme calor con mis manos heladas, pero fue igual que tirarme al agua congelada. El piso estaba recubierto de tierra y paja mohosa. Alguien me había arrancado la ropa hasta dejarme únicamente con el corto vestido blanco de Lilith. Lilith. Gracias a Dios los había mandado a casa. ¿Cuánto había pasado? Un dia, un mes, una hora. No tenía conciencia de la hora, ni la fecha, ni el tiempo transcurrido.
Había despertado en medio de la penumbra, rodeada de tres paredes de concreto y una reja de metal oxidado y húmedo. No lograba ver más allá, pero escuchaba gemidos, sollozos apagados y gritos ahogados.
Cerré los ojos un segundo y luego los abrí de inmediato, retrocediendo hasta chocar con la fría superficie de la pared.
Frente a mí, de entre las sombras, algo se movía. Tan suave que parecía un susurro, la sombra adquirió sustancia hasta formar el contorno de una figura. La figura de un ser delgado. De su cuerpo hecho de tinieblas, solo alcance a distinguir dos destellos rojizos. El ser emitió una risa gutural, parecida al ronroneo de un gato.
-      Pero que tenemos aquí- su voz sonaba distorsionada, seca, fría- Una pobre alma. Te han mancillado, humillado y herido.
-      ¿Quién eres tú?- le interrumpí. Me trague el miedo y logre que mi voz saliera sin temblar, tan fría como la suya- O debería preguntar ¿Qué eres?
Aquella “cosa” rio de nuevo, burlándose.
-      Los humanos. Siempre tan inocentes- no hizo ademan de acercarse, pero lo oí removerse en la penumbra- Y tan estúpidos.
Entrecerré los ojos, chasqueando la lengua.
-      No estoy acostumbrada a que insulten a mi especie- dije con sarcasmo- ¿Qué es lo que quieres?
El ser pareció inquieto, pero se repuso al instante, siseando levemente
-      Tú me has llamado…-
-      No es cierto- lo volví a interrumpir. Era obvio que lo estaba haciendo perder la paciencia. Pero no sentía miedo, es más, tenía una sensación muy interesante en la punta de los pies. Como un cosquilleo que me hacía hablar a borbotones impulsivos.- Yo no te he llamado en ningún momento.
La sombra perdió el control por un momento. De su garganta emitió un sonido gutural y amenazador.
-      ¿Me estas gruñendo, gatito?- me carcajee en su cara. Estaba jugando con fuego. Más bien, me había pesto a bailar dentro de él.
Sus ojos se encendieron, volviéndose afilados y violetas. Pero siguió quieto.
-      ¿Qué acaso no has perdido la fe? Van a asesinarte. Nadie va a impedir que tu sangre sea derramada, ¿Qué parte no entiendes?- oh, ahora utilizando mi destino contra mí. Que interesante. En demasía. Ahora podía distinguir la sensación que corría por mis venas y que provocaba que me sudaran las palmas de las manos. Era adrenalina pura. ¿Por qué de pronto era tan valiente?
-      Mi vida no vale mi alma- lo dije sin pensar, pero en cuanto lo hube hecho supe que había dado en el clavo. Sus pupilas se contrajeron y sus ojos adquirieron más intensidad. El aura que emanaba hacía temblar la celda.
-      Podría matarte- siseo, dejando entrever dos afilados colmillos- Pero no. Voy a dejar que ellos te torturen hasta que supliques porque te salve.
Me encogí de hombros y la cosa se frustro aún más.
-      Yo no deseo tus servicios, demonio.
O-o-o-o-o-o-o-o
Parecía una carroza de circo. De esas donde llevaban a los animales, exhibiéndolos ante todos. Presos y condenados.
Los niños no debían tener más de ocho años, y se pegaban a mí como si fuera su única salvación. Pero ni siquiera sabía dónde estaba la mía. La sala donde nos habían llevado estaba casi a oscuras, salvo por varias velas que rodeaban una mesa de piedra negra. Sentí miedo. Y no por mí.
A nuestro alrededor había gradas, formando un circulo perfecto. Estaban repletas de hombres y mujeres vestidos de negro, sus rostros escondidos tras mascaras entintadas.
El centro de la sala se ilumino y dejo ver a un hombre sonriente. Sus labios se movían alegremente, abría los brazos y reía, pero yo no podía escucharlo, un zumbido terrible me embargaba los oídos. Se asemejaba a un presentador, a un presentador que vende sus productos al mejor postor. Eso éramos nosotros, productos. Habíamos dejado de ser seres humanos -¡NIÑOS! Por el amor de Dios-, a ser cosas sin vida que pueden tomarse y tirarse a la basura sin siquiera lanzarles una última mirada de compasión. La cabeza me daba vueltas, dos ojos rojos me perseguían, aunque luchaba contra ellos de formas inimaginables. La escena se disolvió, se volvió difusa y luego regreso con claridad impactante. Estaba dentro de mi pesadilla, estaba ahí de nuevo, encerrada en una jaula de acero y lágrimas, esperando por mi fin. Pero esto era diferente, esta no era una ilusión, esto era verdadero. No despertaría de un momento a otro en la oscuridad de mi alcoba, no secaría mi frente y me prepararía para el colegio, resignada a escuchar las insistentes criticas de Lilith. El demonio tenía razón, nadie iba a venir a salvarme. Esta vez, la pesadilla era real.
Reaccione cuando sentí que la apartaban de mí. Cabello rubio, casi blanco. Tenía unos seis años y dos hombres la arrastraban del cuello. La subieron con gran facilidad a la mesa de piedra, riendo sin parar.
Choque contra los barrotes con tal ímpetu que sali despedida atrás. Suplique, llore, les grite, seguramente los insulte de formas terribles, pero ellos ni siquiera me miraron. Todos los ojos estaban centrados en la mesa, ardían en deseo, un deseo sangriento y repulsivo. Clave mi mirada en los ojos dorados de la niña; la vi derramar una solitaria lágrimas, apretar sus delgados labios antes de que el hombre alzara algo que brillo con la luz de las velas.
Rojo.
Las paredes, el suelo, la mesa, los hombres, el cuerpecito de la niña. Rojo. Rojo, como el licoriz que arde sobre la tierra*. Rojo.
Recuerdo haber gritado, me desgarre la garganta, luche como salvaje. Uno a uno los fueron apartando de mí. Y nadie hacia nada. Las personas sentadas ovacionaban, se excitaban con las goas rojas. Lloraban de alegría. Y yo solo sentía asco. Y miedo, un miedo atroz que me carcomía las entrañas y despedazaba mi corazón, haciendo brotar mi dolor en más alaridos desesperados.
No recuerdo cuando acabaron, pero de repente ya me tenían a mí fuera de la jaula. Seguro me debatí, le rasguñe el rostro a alguien, lo sé porque sentí mis uñas esgarrándole la piel marchita.
Me arrojaron contra la mesa con tal fuerza que mi cabeza golpeo el granito y comenzó a manar sangre. Ellos rieron, todos aplaudieron, pedían más. Dentro del festín de buitres, yo era el manjar principal. El gran final de espectáculo que tendría un fin memorable.
Lo tendría.
Intente resignarme, sin dejar de luchar, comencé a orar. Pero algo me detuvo, una boca pegajosa y repugnante que paseo su lengua por mi cuello y susurro en mi oído.
-      Después de que te asesinemos, mataremos a todos a quienes amas: tu madre, su nuevo esposo, a tus estúpidos amiguitos del colegio, a todos. Su sangre se derramara por esta mesa, se mezclara con la tuya y será un festín para los poderosos. ¿Me entendiste? Phantomhive.
Abrí los ojos. Luche con ira, con rabia. Mi cabeza repetía los nombres de mis seres queridos: mi madre, su esposo Gabriel, Lilith, Elliot…todos, todos muertos por mi culpa. Solo por mi culpa.
Afilaron la hoja, escuche el metal chocar contra en granito. Seguí gritando, lanzando mil injurias, pero mi cabeza trabajaba a toda velocidad.
No lo permitas, no lo permitas. Nadie vendrá a rescatarte, nadie, nadie, nadie. Esta sola y ellos los mataran, a todos, a todos, a todos. No lo permitas. Mi vida no vale mi alma. No lo permitas, no lo permitas, sálvalos, sálvalos, nadie, nadie, nadie, sálvalos, SALVALOS.
“Perdóname, Dios”
-      ¡HARE UN CONTRATO CONTIGO!
Las velas se apagaron. El sonido de zapatos traqueteando contra el suelo fue traspasado por el ronroneo del demonio.
-      ¿Estas segura?- se regocijaba de su triunfo y me lo escupía en la cara- Una vez hecho el contrato ya no hay vuelta atrás.
-      ¡¿Es eso lo que quieres no?!- grite. El mundo parecía haberse detenido. Los hombres no se movían, miraban con asombro, admiración… y pavor al demonio- ¡MI ALMA!
Su risa se acentuó y subió como campanas hasta el techo de la sala.
-      ¿Y cuál es su deseo, my Lady?
Había ganado. “Maldito seas, mil veces maldito”. Apreté los ojos. “No permitiré que les hagan daño, así tenga que vender mi alma”
-      ¡Quiero descubrir quiénes y porque me hicieron esto y…!- no lo dude, pero rechine los dientes- ¡Quiero la completa protección de aquellos a quienes amo! ¡quiero que sus vidas estén a salvo!
El demonio se detuvo a tres metros de mi posición. Alcance a ver su pálida lengua deslizarse por sus colmillos.
-      Oh, no daría su alma por su vida ¿pero si por los que ama? Eso es muy interesante, señorita.
-      ¡¿Vas a cumplir mi deseo o llamo a alguien ma…- su mano con garras negras como el alquitrán choco contra mi ojos derecho tan fuerte que bien me pudo haber arrancado la cabeza. Pero lo que vino fue peor. Era un dolor terrible, ardía desde lo más profundo de mí ser, quemaba mi estómago, mi garganta, toda la piel la sentía chamuscarse bajo ese fuego infernal.
Si acabo, no lo recuerdo bien. El dolor me hizo caer de frente, la cabeza de daba vueltas a un ritmo vertiginoso y el ojo me lloraba de algo más viscoso que las lágrimas.**
El endemoniado ser cubrió con sus garras mis dos ojos y sujeto mi cintura con fuerza.
-      Le ruego, que por favor, no mire.
Apreté los dientes y cerré los ojos con fuerza. Pero no podía cubrirme los oídos, así que sus gritos ascendieron hasta chocar con mi cabeza. Una y otra vez.
O-o-o-o-o-o-o-o
El cielo comenzaba a aclarar. Era un campo, un campo que desbordaba vida con florecillas de vivos colores. Las mire con cierta indiferencia, pero mis pies descalzos tuvieron cuidado de no pisarlas.
Gire el rostro y ahí estaba. No sé qué creí. Que tal vez se quedaría como una sombra bestial y sedienta de sangre. La figura frente a mí no tenía nada que ver con eso:
Alto, fue mi primer pensamiento, me saca al menos una cabeza o más. Su piel era pálida, pero no translucida, sino cremosa; los cabellos desordenados tan elegantemente que de no haber estado mareada, me hubiera dado gracia. Me quede observando  su rostro un buen rato, la cara afilada pero masculina, pómulos altos y pálidos, nariz afilada, labios delgados que se curvaban en una amable sonrisa. Pero lo más sorprendente eran sus ojos. Rojos, pero no como dentro de la sala, eran de un tono más oscuro, más cercano al color del vino.
-      ¿Cómo se siente, joven ama?-  su voz correspondía con sus ojos. Las palabras eran respetuosas y las pronunciaba despacio, articulándolas con cierta sensualidad, pero el tono dejaba entrever cierta arrogancia.***
-      No me llames joven ama- fue lo único que alcance a articular. El llevaba puesta una camisa negra, que combinaba con sus cabellos y con su pantalón. Sonrió con los ojos cerrados.
-      Entonces, señorita ¿Qué desea hacer ahora?
Mire a mí alrededor. Es sol estaba despuntando. Su color me recordó a los ojos de Gabriel. También eran dorados.
-      Al hospital- susurre. Intente aclárame la garganta y repetí con más firmeza- Al hospital, tengo que asegurarme que mi familia este bien.
El demonio dio un asentimiento, sin dejar de sonreír. Se dio la vuelta y comenzó a andar. Logre alcanzarlo y lo sujete de la manga de su camisa. Volteo el rostro y me miro.
-      ¿Cuál es tu nombre, demonio?- dije con molestia. Llamarlo “demonio” era aterrador en cierta manera. Pero, sobre todo, era irritante.
-      Cualquiera que usted desee darme- gruñí por lo bajo y lo solté. El sol estaba saliendo justo en ese momento.
-      ¿Qué no tienes voluntad propia? Además, no soy buena con los nombres.- rememore el nombre de mis tres primeros perros. “Kitty 1”, “Kitty 2” y ¡Ta, tan! “Kitty 3”. Que original.- Ponte el nombre que más te guste.
-      En ese caso.- se volteo completamente y me hizo una reverencia.- Mi nombre es Sebastian, Sebastian Michaelis. Un placer.
El sol arrancaba destellos dorados de sus ojos carmesís. Me ruborice un poco, pero lo maquille bien tras un gesto de asentimiento. Se nombre removió algo en el fondo de mi estómago.
-      Y, si no le molesta la pregunta- prosiguió Sebastian con mirada inocente- ¿Cuál es el nombre de mi señorita?
Lo pensé un segundo son apartar la vista de sus ojos. Eran preciosos.
-      Mi nombre…es Ziel.
O-o-o-o-o-o-o
TADA! Hasta aquí el primer capítulo, me ha costado sangre, sudor y lágrimas hacerlo (sangre porque me pique el dedo, sudor porque aquí hace MUCHO calor y lágrimas porque volví a ver la temporada y me hizo llorar, de nuevo).
Espero que les haya gustado, en lo personal ame la parte del gato. Pensé en dividirlo en dos partes pero dije: “No, mejor todo” y es que, aunque este capítulo es un poquito largo, es esencial en aspectos que seguro no tomaran en cuanta, pero créanme, son IMPORTANTES.
Ok, aclaraciones:
Número uno, la historia se ubica en Londres contemporáneo de nuestro año, para que no se hagan bolas.
Numero dos: acerca del pedazo de canción inicial, no pretendo hacer ninguna clase de plagio o un Song fic (como se diga) es solo que la frasecita iba con el capítulo. Colocare más en cada capítulo, con sus respectivos derechos de autor.
* “Rojo como el licoriz que arde sobre la tierra”, esta frase se la dice Vincet Phantomhive a Ángela Durless en la temporada uno de Kuroshitsuji.
** Por ese algo “más viscoso que las lágrimas”, Ziel se refería a que lloraba sangre de su ojo derecho
*** “Su voz correspondía con sus ojos. Las palabras eran respetuosas y las pronunciaba despacio, articulándolas con cierta sensualidad, pero el tono dejaba entrever cierta arrogancia”. Parte de este frase está basada en un dialogo de “La ciudad y los perros” del autor Mario Vargas Llosa. REAFIRMO. Estoy en contra del plagio, coloque la idea porque le venía como anillo al dedo  Sebastian. Todos los derechos de esta frase están reservados a su correspondiente autor.
Número tres: “Ziel” es el nombre de nuestra querida protagonista. En holandés, su significado es “alma”. (Además de que creo que es un nombre precioso). Es por eso que, en cierta parte, no está directamente relacionada con el nombre de Ciel Phantomhive.
Número cuatro: varios de los personajes OC que entren en el fic están basados en personas reales, varios de mis amigos y familiares.
Número cinco: quería hacer la parte del ritual más gore, pero no me salió (tomatazos) pero soy nueva en esto ténganme paciencia, ya saldrá.
ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO, ya me explaye mucho en mis aclaraciones GOMENE. Realmente e costo, luego sufrí un trauma horrible (justo en la parte del contrato, una araña comenzó a comerse a una mosca sobre mi cabezota. Irremediablemente pensé en Claude. Vale para un trauma)
Y sin más por decir, ME VOY. Tratare de actualizar lo más rápido posible.
ARIGATO POR LEER.
P.D. abajo hay un botoncito que me haría muy feliz.
Alice fuera